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ARMAR UN FULL
30/07/04
  Siete Debian ser las dos de la mañana. Caminé un par de cuadras hasta una esquina transitada con intención de convencerme que tomar un taxi iba a ser mucho más saludable que seguir caminando las quince heladas cuadras que me separaban de destino. Siempre tuve una extraña paranoia con los taxis. No acostumbro a tomarlos, soy más del transporte público o -cada vez que la paga me lo permite- de autos alquilados. Dejo pasar unos siete autos hasta que finalmente el conductor del octavo me genera confianza. Bah, en realidad confianza no era la palabra exacta, más bien complicidad. Lo paro, me subo y le indico la dirección de destino. No hablo, nunca hablo excepto que la situación lo amerite. Pierdo mi mirada en los habitués de los jueves de trampa que circulan por la calle. Mechi... no recuerdo qué me enfurecía más, si su entorno y background de alta sociedad, o sus ínfulas de diva que sucumbían en su desastrosa carrera como "actriz" de musicales. A pesar de esos detalles, la pequeña (sobrenombre que había decidido ponerle respecto a la diferencia de edad entre ella y yo) si que sabía conseguir lo que buscaba. Sin ruborizarse, en más de una oportunidad me había contado las innumerables cantidades de veces que supo nivelar su carencia artistica con su extraordinario uso de la boca -y no precisamente para cantar- para obtener protagónicos en algunas obras. Lo nuestro había sido furtivo, apasionado y sumamente concreto: lo único que nos interesaba era el sexo. Nada de jueguitos infantiloides ni escenas de novela de las cuatro, nuestro ambiente natural era la cama. De todas maneras, lo que a mi más me gustaba era esa puesta en escena que armábamos para inventarnos pasados y profesiones ficticias que ocultaran la realidad. Nunca nos dijimos nuestros nombres completos verdaderos, ni nuestras direcciones, ni -mucho menos- nuestras historias pasadas; preferíamos inventarlo todo. Lo unico que teníamos por cierto eran sendos números de celular y la certeza de que yo era un regular en la Maison de la Bonaventure, lugar donde nos habíamos conocido. Supimos tener buenos momentos. Finalmente, hace cinco años, ella se embarcó en una compañía teatral que recorria el mundo. El último recuerdo que tengo es el aroma a vainilla que desprendían sus hombros mientras le desabrochaba el corpiño en el baño del aeropuerto. "Por donde te dejo?" me consulta el taxista para traerme a la realidad. Pago, me abrocho el gamulán y bajo. Mientras dudo frente al portón oxidado de la casa releó el mensaje en la pantalla del telefonito: "todavía tenes imaginación para nuevas historias?,  Mechi"
 
La nada sobre la nada misma. La ficcion no siempre yace tan lejos de la realidad

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